miércoles, 27 de octubre de 2010

Hace 183 lunas

Aquella no fue una noche diferente a su precedente, ni tampoco a las demás, pues fue negra, y templada por entonces, sin estrellas y una luna colgante. Tras ella al amanecer, fue cuando el mundo giró. Entonces mis noches se volvieron menos oscuras... porque hace 183 lunas nació para mí una estrella nueva.

Su luz ha iluminado en mí una evidencia irreversible: mi destino siempre ha sido algo mutuo entre dos.

Desde aquella noche no he vuelto a sentirme sola.

Y ahora me encuentro aquí, medio año después recordando suspiros, despedidas y reencuentros.
No sé si fue tu mirada que me costaba mirar, o si fue aquel beso nervioso, o los suspiros que completaron aquellos primeros silencios. Quizá solamente fue mera casualidad, quién sabe… Aunque ante tal precisión me cuesta no pensar en los dioses jugando nuestros dados. Fuera lo que fuese todo ha sido tan preciso como precioso, tan exacto como dulce, tan dulce como para dudar no estar soñando.
Sigo sin entender cómo puede caber tanto amor en tan pocos gramos de alma, ni cómo hemos podido nacer y crecer tan rápido en tan poco tiempo…

Tan poco tiempo, pasado e incierto por venir; éste es el temor que no dejo que se pose en mi mente, pues lo único que deseo es seguir amando cada momento que hemos vivido, y hacer de los que lleguen momentos para amarnos. Y vivir. Vivir amando. Dime, existe alguna razón más fuerte para esfumar todos los temores?

Si pudiera rezar pediría a Dios que me otorgase cien vidas más para devolverte con intereses toda la dicha que has traído a mi vida. Le pediría que si alguna vez perdieses la sonrisa, me diera el poder de sellar con un beso la mía en tu boca. Que si alguna noche la oscuridad te ciega, me de fortaleza para coger tu mano hasta llegar el amanecer. Si pudiese rezarle... pediría que si algún día faltas, tu vuelta fuese pronta; y si algún día yo falto, que no me olvidases.

Dime, puede existir algo aún más grande?

sábado, 17 de abril de 2010

Inconexo

Es extraño necesitar sin querer, es difícil diferenciar si lo quiero o te necesito, si estas porque debes estar o te vas y vienes porque así, simplemente, es.
Y ahora me vuelves a decir que esto viene y va, y sin embargo aquí sigo sin entender donde estar.

Como una brújula sin aguja.

No encuentro más respuestas en mis sábanas y las noches ya empiezan a ser demasiado largas. Son solitarias, y no demasiado frías. Pero te pueden volver loca.

De repente, un mar sin horizonte.
Posos de café y una frase sin inspiración. Es lo único que queda entre estas idas y venidas.

Un desierto, frío.
Empiezo a pensar que ya no es cuestión de tiempo.
Dame alguna idea. Que necesito una palabra que al menos, bonita o fea, vaya dirigida a mí. Algo inconexo, como lo que dicen mis dedos. Ni tan siquiera te pido que pronuncies mi nombre. pero dime algo... Si es que hay alguien ahí.

domingo, 15 de febrero de 2009

Un fantasma, y un lugar, y una diferencia


Vuelve, o eso parece, el fantasma por momentos, que no pienso dejar que sean más que eso. Como si yo quieta estuviera girando alrededor mío a carcajada limpia. Y cómo odio que se rían de mí. Un soplido, un chasquido y chsss, adiós.
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Nunca vi a lo lejos un azul tan profundo como nunca tuve tan cerca el sonido más armónico de agua. Ese lugar que soñé. Estás aquí dentro, pero ya formas parte de lo que querías. Ese lugar que quizás imaginaste. Después de esto me encuentro más desconcertada que nunca, con mil preguntas sin respuesta que no sea la fe como única salida. Aún así, fui feliz tal y como tú lo has sido con el correr del río. Miles de sensaciones y una semejanza, como una niña ansiosa que corre rápidamente hacia la orilla, libre y traviesa, para jugar y chapotear, sin ninguna meta más que alcanzar por el momento que la espuma del mar.

Un día no tenemos lo que merecemos, y es tan injusto que casi se vuelve imperdonable. Sin embargo nadie iba a impedir lo último que deseabas, y ya te uniste a tu pequeño paraíso, en tu cielo sereno y tu mar en calma. Sentí una fuerza, como la de una sonrisa... Te quiero, profundamente, me duele. Pero ahora, al cerrar los ojos, ya te veo sonreir.
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Y aquí, tanto dentro como alrededor, todo sigue igual pero diferente a ayer, todo igual que antaño y tan distinto a mañana...

viernes, 24 de octubre de 2008

Octubre

Odio a mis hormonas. Cuando revolotean y cuando saltan, cuando corren, cuando explotan, cuando me avisan de que este mes va a ser intenso, de esos abundantes de emociones poco emocionantes que me quitan las ganas de despertar durante 5 días. Sí, de esos meses que duran 5 eternos y fatigosos días. Este es el décimo, uno que ha venido revuelto. Quizá será por que es libra; desde ayer octubre me mece en su balanza de un estado a otro y de un momento a otro, subo y bajo como la marea en mi sangre. Mujer, ya sé que es complicado en días carmines reflexionar con la cabeza fría, incluso cuando lo consigo por un momento confieso que no tengo derecho a quejarme demasiado, pero encuentro, cómo no, un pero, de la mano de un sinsentido, cómo no, indispensable en esta fulgurante semana. Pues fuera todo está como lo estaba hace horas, pero ahora los ojos captan diferente y lo que antes era estabilidad ahora es como mínimo un seísmo de 3 grados en la escala Richter.
Por esa regla inquebrantable de la fémina naturaleza, desde ayer ya me empezaron a chispear como gotitas punzantes miles, por no decir millones y sonar exagerada, miles de emociones contradictorias, sensaciones que van y vienen a su aire de la cabeza a los pies, y repentinamente brotaron a su antojo las ambiguas intuiciones que me martirizan la cabeza. Porque en estos días, ante todo y sobre todo, EL UNIVERSO SE VUELVE AMBIGUO.
Por decirlo de alguna forma, siento plena necesidad de cientos de pequeñas cosas que algunas apenas ni sé cuales son, insignificantes detalles que en este instante si se hicieran realidad recompondrían mundos enteros. Pero lo último que quiero es pedir, sólo quisiera que todo llegara por su propio pie, sin pedir a nadie lo que pido incesantemente a puro grito mudo. No suplico, pero es que necesito. Y justo en este instante las condiciones se volvieron las menos oportunas para conseguirlo... Las emociones ganan, erróneas o no, vuelvo a sentir esa conocida melancolía. Aunque sé que es pasajera incluso una especie de espejismo, como tal se percibe y se siente hasta que desaparece.

Hace apenas 6 días alguien me contó al oído una de las cosas más gratificantes en mi vida, que, en una noche ya gastada, comprendió el sentido de un abrazo, y que lo hizo conmigo. Desconozco si el frío de estos días ha tenido algo que ver con que ahora, a medianoche helada, ansíe, sin suplicar, un abrazo… Algo tan simple, pero a la vez tan complicado si me pides que te de un motivo.

viernes, 3 de octubre de 2008

Es la voz ronca, que no me deja respirar. O es el sol que me ciega, o la luz que no me ilumina el camino. A veces son los pasos de nadie, otras veces el no sonido de la multitud. Pero de repente me ahogo. Son días amargos, días en los que echo de menos los días insípidos. Son días “sin motivos aparentes“. Todo pasa de repente; mi garganta se cierra y no me deja llorar. Sólo puedo esperar, rezar y esperar. Confiar.
Días atrás, pocos, o muchos, podía verte y sonreir. Porque te veía a ti. Porque todo era “aparentemente normal” y la evidencia no hacía acto de presencia. Podía salir, por momentos olvidar, eran los días superficialmente normales. Mi burbuja de jabón… De repente caí en picado. Esa idea de saber que todo sigue adelante iba apretando poco a poco y ahora me estrangula. Que nunca volveremos atrás, nunca volverás atrás, como siempre, ni yo volveré contigo. Ni veré a mi hermano mirarte. Ni volverás a entrar silenciosa por la puerta. Días atrás, pocos, o muchos, casi no era consciente. No quería abrir los ojos, sólo lo hacía por momentos y cojones. Ahora son diferentes, me doy cuenta.

Y el tiempo pasa despacio. Parece que el reloj cambia de velocidad cuando quieres disfrutar de algo, a cuando esperas. Ahora el tiempo es lento. He llegado al punto de desear eso que nunca pensé que fuera a desear. Y tengo tanto miedo. Tengo tanto miedo de que todo termine. Tengo tanto miedo de llegar a querer que termine. Y el tiempo se escurre como tus manos sobre las mías. Quiero dártelo todo pero no puedo, y no creo que me conforme con arroparte. Podría hacer más, lo sé, pero es como si al hacerlo... Una barrera. Porque nunca es suficiente. Porque quiero hacerlo porque sí, y no porque el destino me lo imponga a toda prisa. Asumirlo. Antes no lo hice, ahora casi del todo. Aún así sigo viviendo a tu lado con los ojos entreabiertos. Y me da miedo que no despiertes.

Han vuelto como nunca los días sin poesía.
Esto es lo que salió Er******, imposible crear una mínima belleza literaria, imposible ablandar la crudeza. Para qué gastar mi tiempo en embellecer una mierda de texto. Como mucho poner correctamente las tildes, es lo máximo que puedo hacer para que sea menos feo de apreciar para el ojo humano.
Un paso más hacia el surrealismo, es la pura realidad.

domingo, 14 de septiembre de 2008

De la piedra expresión

Aparecí desde una galería a la gran estancia blanca, era un día de sol y la luz se transparentaba a través de los vidrios de la gran cúpula, que empezaba a proyectarse desde lo alto de las columnas hasta resbalar en cada trozo de mármol, que eran decenas, si no cientos. Subí las escaleras que llevaban a la segunda altura abalaustrada, y ahí mismo frente a la mirada de tres alegorías para mí desconocidas, estaba otro por entonces desconocido viejo púgil. Me contrarió; pues antes de admirar el conjunto mi mirada se desvió al rostro, con sus muecas de terror e histeria, y no comprendía… Y fue su fuerte brazo, inmovilizado en su mano por sedientos colmillos, quien me llevó a comprender. Estaba siendo devorado.

Entonces entendí su angustia impotente ante la muerte. Rodeada de las demás obras, todas quietas y bellas en su contención, esta era salvaje, casi morbosa. Ante ella me detuve no sé si segundos o minutos, pero el tiempo justo para comprender que las manos de otro por entonces desconocido Puget habían creado de la piedra expresión. Fueron más que unas manos armadas con cincel, y en ese instante para mí fue más que una historia encarnada en un bloque de mármol. Sentí el pathos como Milón sentía las garras afiladas de aquel lobo convertido en león. Giré en torno a las dos bestias no sé por cuantas veces, porque primero el rostro me llevó hacia el brazo, y este me mostró el camino por cada músculo de la recta pierna, y desde el pie que arañaba el suelo ascendí con las tensas telas serpentinatas, que me llevaron a la espalda del hombre y el lomo del animal, y volví a encontrarme otra vez aquel brazo atrapado, volví a trepar al hombro y al cuello en su torsión imposible, y de nuevo mi ojo se detuvo ante la concavidad pétrea que era su boca, de la que emanaba el grito sordo, y en mi mente imaginé ese aullido desgarrador, que se elevaba hacia el cielo acristalado del gran Louvre.




Pierre Puget - Milón de Crotona (1671-82).

sábado, 5 de abril de 2008

Discordancia

La vida, ese antojo...


Lo más esencial de esta vida es aquello que no está en nuestra mano.


Y por esto, sin poder para planear nada, la eterna y divina providencia rige nuestros días a su antojo, respetado y sagrado antojo, injuzgable por un mísero ser humano.


Creo en su benevolencia, y en sus castigos justos, aunque a veces incomprensibles por un corazón, y creo en su incuestionabilidad, confío como de igual manera deseo que no me tiemble la fé en ello.

Mi ocasión, mi día y mi segundo que tengo ahora que es lo único que tengo, es este. Es una musicalidad casi entera. Como un armonioso pentagrama en el cual, de repente, una nota discordante se balancea… En medio de la armonía, algo se desequilibra. Es la nota más fuerte quieras o no quieras. Puede callar a todas las demás y puede romper con todo.


Qué cruel parece cuando no ves ningún camino trazado que poder seguir. Qué injusto parece cuando sin alternativa debes seguir el camino impuesto. Por esta vez el camino está despejado y el suelo sigue ahí, firme, aunque oscuro como una madrugada interminable.
Todo sigue en su sitio. Todo sigue en su sitio.


Irremediablemente… La puta nota discordante está presente: ahora únicamente sobra la incertidumbre que todo rodea… Todo está donde está, pero solamente por ahora, y hasta ahí puedo leer. La efimeridad crea miedo, abrir los ojos y dejar de sonreir y dejar de creer. Pero por ahora, todo sigue en su sitio.
Desearlo y querer saber, que todo, va a seguir estando en su sitio. Puedo desearlo y lo deseo, y lo ruego sin respirar.