Odio a mis hormonas. Cuando revolotean y cuando saltan, cuando corren, cuando explotan, cuando me avisan de que este mes va a ser intenso, de esos abundantes de emociones poco emocionantes que me quitan las ganas de despertar durante 5 días. Sí, de esos meses que duran 5 eternos y fatigosos días. Este es el décimo, uno que ha venido revuelto. Quizá será por que es libra; desde ayer octubre me mece en su balanza de un estado a otro y de un momento a otro, subo y bajo como la marea en mi sangre. Mujer, ya sé que es complicado en días carmines reflexionar con la cabeza fría, incluso cuando lo consigo por un momento confieso que no tengo derecho a quejarme demasiado, pero encuentro, cómo no, un pero, de la mano de un sinsentido, cómo no, indispensable en esta fulgurante semana. Pues fuera todo está como lo estaba hace horas, pero ahora los ojos captan diferente y lo que antes era estabilidad ahora es como mínimo un seísmo de 3 grados en la escala Richter.
Por esa regla inquebrantable de la fémina naturaleza, desde ayer ya me empezaron a chispear como gotitas punzantes miles, por no decir millones y sonar exagerada, miles de emociones contradictorias, sensaciones que van y vienen a su aire de la cabeza a los pies, y repentinamente brotaron a su antojo las ambiguas intuiciones que me martirizan la cabeza. Porque en estos días, ante todo y sobre todo, EL UNIVERSO SE VUELVE AMBIGUO.
Por decirlo de alguna forma, siento plena necesidad de cientos de pequeñas cosas que algunas apenas ni sé cuales son, insignificantes detalles que en este instante si se hicieran realidad recompondrían mundos enteros. Pero lo último que quiero es pedir, sólo quisiera que todo llegara por su propio pie, sin pedir a nadie lo que pido incesantemente a puro grito mudo. No suplico, pero es que necesito. Y justo en este instante las condiciones se volvieron las menos oportunas para conseguirlo... Las emociones ganan, erróneas o no, vuelvo a sentir esa conocida melancolía. Aunque sé que es pasajera incluso una especie de espejismo, como tal se percibe y se siente hasta que desaparece.
Hace apenas 6 días alguien me contó al oído una de las cosas más gratificantes en mi vida, que, en una noche ya gastada, comprendió el sentido de un abrazo, y que lo hizo conmigo. Desconozco si el frío de estos días ha tenido algo que ver con que ahora, a medianoche helada, ansíe, sin suplicar, un abrazo… Algo tan simple, pero a la vez tan complicado si me pides que te de un motivo.
Por esa regla inquebrantable de la fémina naturaleza, desde ayer ya me empezaron a chispear como gotitas punzantes miles, por no decir millones y sonar exagerada, miles de emociones contradictorias, sensaciones que van y vienen a su aire de la cabeza a los pies, y repentinamente brotaron a su antojo las ambiguas intuiciones que me martirizan la cabeza. Porque en estos días, ante todo y sobre todo, EL UNIVERSO SE VUELVE AMBIGUO.
Por decirlo de alguna forma, siento plena necesidad de cientos de pequeñas cosas que algunas apenas ni sé cuales son, insignificantes detalles que en este instante si se hicieran realidad recompondrían mundos enteros. Pero lo último que quiero es pedir, sólo quisiera que todo llegara por su propio pie, sin pedir a nadie lo que pido incesantemente a puro grito mudo. No suplico, pero es que necesito. Y justo en este instante las condiciones se volvieron las menos oportunas para conseguirlo... Las emociones ganan, erróneas o no, vuelvo a sentir esa conocida melancolía. Aunque sé que es pasajera incluso una especie de espejismo, como tal se percibe y se siente hasta que desaparece.
Hace apenas 6 días alguien me contó al oído una de las cosas más gratificantes en mi vida, que, en una noche ya gastada, comprendió el sentido de un abrazo, y que lo hizo conmigo. Desconozco si el frío de estos días ha tenido algo que ver con que ahora, a medianoche helada, ansíe, sin suplicar, un abrazo… Algo tan simple, pero a la vez tan complicado si me pides que te de un motivo.